Carta de un diseñador con experiencia: «Lo que aprendí siendo diseñador»
Cira se despertó. Abrió la nevera. Nada, para variar.
Tras una ducha bajó a comprar desayuno, era una de sus comidas
preferidas del día. Alguien dijo: «Desayuna como un rey, come como un
príncipe y cena como un mendigo», y aunque la cita era anticuada y
monárquica no le faltaba razón.
Al volver comprobó el buzón. Tenía una carta con el membrete
escrito a mano. ¡Qué alegría! No solía recibir cartas de ese
tipo. Tostadas con tomate, cereales, té, música tranquila de fondo y la
ventana de par en par. Se dispuso a leer la carta, era de Daniel, tuvo
la suerte de tenerlo de profesor en un master de Dirección de Arte que
realizó hace unos años. Hace poco le habían comentado que se había
jubilado, pero sabía que seguía haciendo cosas… La creatividad no se
jubila.
Querida Cira,
Como ya sabrás, hace unos meses que me jubilé, como profesor claro, porque como diseñador me apetece seguir haciendo cosas, sobre todo ahora que puedo permitirme hacerlas desde la tranquilidad.
Como ya sabrás, hace unos meses que me jubilé, como profesor claro, porque como diseñador me apetece seguir haciendo cosas, sobre todo ahora que puedo permitirme hacerlas desde la tranquilidad.
Tenía pendiente escribirte desde hace
tiempo. Recuerdo con cariño todas nuestras conversaciones. La verdad es
que mantengo el recuerdo entrañable de algunos de vosotros y
especialmente de los debates que disfrutamos ante un café. En estos
meses tranquilos he tenido tiempo de reflexionar y he estado pensando en
todo lo que he aprendido, he creído que te gustaría que lo compartiese
contigo.
Han sido muchos años en activo y
muchas las cosas que he aprendido, o mejor dicho que sigo aprendiendo a
diario. Como imaginarás estos años han estado repletos de evoluciones y
cambios, hablo de evoluciones que no siempre han sido avances y de
cambios que en muchas ocasiones han sido a peor.
Recuerdo la época en la que los
clientes te buscaban y no llegabas a todo y también cuando los trabajos
se cobraban a precios impensables ahora. Eran tiempos en los que los
trabajos que se enviaban a imprenta se arte-finalizaban en imprenta,
existía la fotomecánica y se formaban equipos de 10 personas para
desarrollar una web… Ahora existen innumerables plataformas donde te las
puedes hacer gratis.
En estos momentos es necesario trazar
estrategias para encontrar a clientes, la fotomecánica se ha extinguido y
hay clientes que quieren que trabajes gratis. Incluso recuerdo que se
diseñaba sin ordenadores y viví los tiempos del fax, en los que internet
y las redes sociales eran impensables. ¿Te imaginas ahora tu vida sin
internet? En aquellos tiempos nuestras estanterías estaban llenas de
libros para inspirarnos, y esto siempre lo tomé al pié de la letra,
jamás copié los trabajos de otros… Pero no voy a seguir, que si no va a
parecer que estuve en la Puerta de Tannhäuser.
De todo esto he aprendido que las
cosas cambian y que hay que adaptarse, a veces cambian para un tiempo
después volver al mismo sitio y a veces cambian para siempre. Sea como
sea, hay que adaptarse y no vale la pena vivir en aquello de que
‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. Siempre pensé que mi tiempo es el
de ahora, en el que ‘soy y estoy'; además en los cambios siempre hay
cosas positivas y nuestra tarea es buscarlas.
En mi caso, a pesar de los cambios siempre he seguido teniendo buenos trabajos. Confieso también que he trabajado gratis
en algunas ocasiones para amigos que se casaban o iban a montar su
empresa sin un duro y para algún cliente que era ‘una oportunidad’… De
esto aprendí que en la mayoría de ocasiones ni lo agradecen ni lo
valoran y que no puedes pretender cobrar después lo que un día hiciste
gratis.
En este sentido tomé bien temprano la
decisión de que jamás iba a trabajar gratis para un proyecto que tuviese
un rendimiento comercial o en el que no tuviese libertad absoluta en su
desarrollo. Aunque ahora, con la vista atrás, lo que más me molesta es
la de veces que he trabajado gratis sin ser consciente de ello, por no
tener organizados mis costes y por lo tanto no ser consciente de la
rentabilidad de cada proyecto que desarrollaba. Mea culpa.
De las múltiples urgencias y momentos en los que parecía que se acababa el mundo descubrí
que en muchas ocasiones son falsas y que lo que el cliente considera
urgente de vida o muerte, cuando entregas el trabajo deja de serlo. Las
prisas no son buenas compañeras de viaje.
De cuando escaseaban los clientes
aprendí que no debía quedarme quieto y que además de ser un buen
momento para salir a buscarlos también descubrí que se puede diseñar sin
tener clientes. De hecho, de esos periodos salieron algunos de los
trabajos más interesantes de mi carrera, como libros, objetos
promocionales, trabajos en colaboración con otros, exposiciones…
Del ego aprendí que de
la buena escucha y el trabajo en equipo pueden nacer magníficos
proyectos y que al igual que es necesario tener autoestima, en los
niveles adecuados, los egos son absolutamente innecesarios.
Del dinero, por
desgracia, también tuve que aprender que si quieres que esta sea tu
profesión es necesario hablar de él y que siempre, siempre hay que pedir
un adelanto antes de comenzar a trabajar y cerrar las formas de pago. Y
que hay que ganar dinero con el trabajo que uno desarrolla, al menos
para poder vivir dignamente. En caso contrario, esto no hubiese sido mi
oficio durante tantos años.
Del valor hacía mi trabajo,
a lo largo de mi carrera me he encontrado a muchas personas, tanto
clientes como allegados, que no han valorado mi trabajo y no pasa nada.
Quizás yo sin darme cuenta tampoco he valorado el de ellos y quizá ellos
tampoco eran conscientes de que no valoraban el mío. Quizá ninguna de
las dos partes supimos hacer que se valorase. Las cosas son como son.
Pero aprendí que soy yo el que debe valorar mi trabajo para poder
encontrar a personas que lo valoren… Y por suerte (o trabajo) las he
encontrado en múltiples ocasiones.
De los clientes aprendí
que hay clientes con los que no debí trabajar nunca, que ellos ayudaron a
que me desprofesionalizase, me enfadase, perdiese dinero y estuviese al
borde de la mediocridad en algunas ocasiones y que la responsabilidad
era mía, no suya. Con la experiencia aprendí a identificarlos en la
primera reunión y a decir no… este ha sido uno de los aprendizajes más
afortunados.
Los buenos clientes, los
que a veces se encuentran y otras es necesario buscarlos, me enseñaron
que para trabajar con un buen profesional primero debes de ser un buen
profesional y que se debe trabajar con seriedad y rigor por ambas
partes. Ya sabes que no soy católico pero hay una frase que creo que
contiene dosis de realidad ‘Dios los cría y ellos se juntan’, para lo
bueno y para lo malo.
También aprendí a llevarme bien con la incertidumbre que
en esta profesión existe y te tienes que acostumbrar a ella. A base de
roce averigüé que realmente no es tan mala y que a pesar de la oscuridad
de algunos escenarios, al final todo sale bien y uno continúa
trabajando con el paso de los años casi sin darse cuenta. Gracias a ella
siempre se van ideando cosas y en más de una ocasión me dio fuerzas y
me ayudó a salir de la zona de confort y a atreverme a hacer cosas que
sin ella no hubiese hecho.
Del cansancio aprendí
que es natural que a veces aparezca y no hay que dramatizar. Todas las
personas se cansan alguna vez de lo que se convierte en su oficio porque
de dibujar, diseñar e idear uno nunca se cansa pero otro gallo canta
cuando uno debe vivir de ello durante muchos años…
De mi entorno y mis pasiones ajenas al diseño aprendí que todo acaba influyendo en mi trabajo y de la relación con mis colegas de profesión que han acabado siendo mis mejores amigos y que nunca los percibí como competencia sino como compañeros. De ciertos concursos que hay que decir NO en mayúsculas y de las horas de dedicación a la profesión que hay que saber compartimentar, todo es importante.
De los resultados he
aprendido que mis trabajos además de cumplir con el encargo, los
usuarios, la funcionalidad y otras muchas cosas han de ser bonitos. La
realidad es que a todo el mundo le gustan las cosas bonitas. Aunque no
basta con que sean solo bonitas.
De los materiales aún no
he dejado de sorprenderme, un buen material puede ayudar a que un
diseño mejore e incluso disimular pequeñas carencias, existen millones y
es una interesante tarea el descubrirlos.
De la diversión y la alegría he aprendido que siempre hay que llevarlas a cuestas y que no vale la pena tomarse las cosas demasiado en serio y de la gente más joven que hay que trabajar con ellos y que si saben más cosas que tú, mucho mejor, de ellos todavía estoy aprendiendo a diario.
Por cierto Cira, ya sabes que tenemos un proyecto pendiente entre manos y espero que pronto lo llevemos a cabo.
Envío saludos para todos. Cuidaros mucho y no dejéis de aprender. ¡Yo aún sigo en ello!
David