Ahora todo lo que tengo, se lo debo al pasado, llevo conmigo las marcas y las cicatrices de los combates, y ellas son testimonios de lo que viví y recompensas de lo que conquisté.
Son estas marcas y cicatrices queridas las que me recuerdan el pasado, y por las cuales valoro tanto este presente. Ellas me proyectan hacía un futuro desafiante y prometedor.
Ocurre que en la vida, hay una época en la que vives porque hay que vivir, otras en la que vives escuchando historias de hazañas, y otras en las que necesitas hacer historia.
Por eso es de justicia en la vida que, a quien ha luchado tanto para dar lo mejor de sí mismo, la vida le devuelva en algún momento, una época llena de tranquilidad y reconocimientos, y el verdadero encuentro con la familia y los amigos.
En esta etapa me encuentro ahora mismo y mi agradecimiento se traduce en brindar, humildemente mi experiencia como devolución de lo mucho recibido.
Esta es “la meta del luchador”, luchar no sólo para intentar vivir bien y ganar más, sino también para poder dar lo mejor...
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